Por Fernando Hernández Flores
Se han preguntado: ¿Hasta donde somos libres en lo individual y en lo social, en lo colectivo, lo privado y lo público? ¿Hay correspondencia de los unos con los otros constantemente? ¿Se ha trastocado la armonía de los seres humanos? Las buenas casas tienen cimientos sólidos que se edificaron con la intención de ser el hogar de una familia que perdurará por muchos años en ese espacio.
En la familia debe prevalecer el diálogo y el aprendizaje constante, encaminándose en sí, hacia distintas lecciones de vida. No obstante, se dan los momentos de perversión, manipulación, diferenciación, envidia y distanciamiento entre los miembros de una misma familia. Empieza a ver huecos donde pueden entrar aires nocivos que contaminan a los que integran esa familia.
Traslademos lo mencionado anteriormente a sociedades más amplias o instituciones bien constituidas, que se han ido ganando el respeto y reconocimiento con el pasar de los años. No debemos pensar que un mundo nos vigila, ya que quien nos vigila somos nosotros mismos. Trastocar la libertad de los demás no es correcto, sin embargo, debemos de gozar de la libertad que no es permitida.
Tejer adecuadamente esos lazos de hermandad no es tarea fácil, pero eso nos permite vivir en armonía con todas y todos. Preocupante que en ciertas instituciones mentes perversas quieran desplomarlas de la noche a la mañana, porque quienes toman la dirección de la misma no son de equipo ni de su grupo.
Es necesario que tracemos las medidas verticales y de manera horizontal, sin salirnos del circulo de la correspondencia marchemos por la ruta de la justicia, la libertad y la fraternidad.
No permitamos que asociaciones, instituciones y organizaciones por pequeñas que sean se contamine más y se debiliten, que tengan el riesgo a desaparecer.
Si saben sumar, háganlo. Unan, tejan, construyan. Que sean bienvenidos los pensamientos libres para que haya entre sí correspondencia, armonía e independencia.
Es preocupando ver al mundo lleno de odio, donde unos cuantos luchan por el poder, donde coexisten las venganzas y guerras sin sentido. La violencia duele, lacera, daña, conmueve y desestabiliza. Es tiempo de volver a retomar los diversos valores que cultivan al espíritu y hacen crecer a los pueblos en unidad sin afectar el ambiente que nos sacia día a día nuestros pulmones.
Bien lo expresó Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
Paxkatkatsini (Gracias)
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