- Alerta: Cuba en Alza
- Los Presidenciables
- ¿Y la Puerta Cuatro?
Por Rafael Loret de Mola
Desde el triunfo de la revolución de los barbados de Sierra Maestra, con los caudillos Fidel, Camilo y el Ché a la cabeza de la insurrección que provocó la huida del dictador Fulgencio Batista, uno de los entenados de los Estados Unidos en aquellos tiempos turbulentos, Cuba ha sido para México un baluarte para defender también nuestra soberanía de cualquier intento expansionista. Las dos naciones se hermanaron, cuando en la Organización de Estados Americanos (OEA) se dejó solos a los defensores de la isla por presiones de la Casa Blanca que temía el vuelco ideológico de su antiguo satélite hacia el socialismo, sobre todo al negarse a reconocer al nuevo gobierno que, en principio, tendió la mano hacia Washington y recibió escupitajos como respuesta.
Hoy la historia ha girado ciento ochenta grados luego de largas décadas de incomprensiones mutuas, intentos de invasiones –Bahía de Cochinos, 1961-, de asesinatos –los atentados contra Fidel fueron urdidos por la CIA y los grupos anticastristas de Florida pero armados sin el apoyo oficial y por ende muy limitados y burdos-, ajusticiamientos amorales –por parte del régimen cubano-, encarcelamiento de opositores y una nueva clase alta cubana asentad en Miami pero infiltrada desde la isla del Caribe, incluyendo además la célebre crisis de los misiles de 1961 -cuyas ojivas podrían haber alcanzado a nuestro territorio y no sólo a Nueva York o Washington-. Ninguna cinta de terror sería capaz de retratar el horror de aquellas interrelaciones enfermas que pudieron conducirnos a una tercera guerra mundial que hubiera resultado devastadora.
En mi juventud, no lo niego, sentí por Fidel y su revolución una enorme simpatía; después se desdibujó su figura, ante mí, al comprobar los relatos de Armando Valladares, preso durante muchas décadas en La Habana, y viajar en sendas ocasiones a Cuba y corroborar, a simple vista, la injustificable y amoral distancia de clases. Lo que era para los turistas le fue negado a los cubanos que recibían como jornal una miseria equivalente al precio de un “mojito” en los bares del “primer mundo”, como el famoso cabaret Tropicana.
Más tarde, en la madurez, valoré las aportaciones indiscutibles de Fidel y su hermano Raúl capaces de ofrecer a su pueblo tres elementos indispensables: leche segura para los niños, una educación de gran calidad si bien tendenciosa en cuanto a la perspectiva de los Castro y una estructura de salud excelente al grado de que mandatarios de otras naciones, como lo hizo el venezolano Hugo Chávez Frías, quien finalmente no pudo vencer a la muerte pese a las atenciones excepcionales recibidas. Y no son pocos los mexicanos que, en lugar de pagar dinerales en Houston, acuden a La Habana a atenderse sin los prejuicios propios de los desinformados.
La imagen, sin embargo, que perdurará por muchos años es la de los cubanos balseros intentando huir de la isla, vista como el infierno, para adentrarse al mundo de consumo estadounidense. Curioso: durante años se recibía a los renegados cubanos con los brazos abiertos en la Unión Americana mientras se estrujaba y humillaba a los mexicanos a través de la frontera más transitada del mundo en donde incluso persisten hoy los cazadores de seres humanos acreditados para la tarea de asesinar, como animales salvajes, a quienes cruzan las mojoneras, el muro y las alambradas para sumarse al ciclo productivo que tantas ganancias produce a la economía del norte.
Basta señalar lo anterior para exhibir las enormes hipocresías de la propaganda de la Casa Blanca: por un lado, los cubanos que infamaban a los Castro eran sumados, como héroes, a la sociedad norteamericana; por el otro, se persigue, todavía hoy, a los mexicanos que se las ingenias para penetrar el territorio estadounidense e incorporarse como trabajadores clandestinos –y por ello valorados por debajo de los sueldos mínimos-, en las tareas del campo sin obligación para sus contratantes, todavía con mentalidad esclavista y xenófoba, y a expensas de los agentes deseosos de enjaularlos. Una vida de oprobio.
Las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, con el apresuramiento de Barack Obama –por lo general actúa con exceso de pasividad y lentamente-, se fundamentan, sin duda, no en la recuperación del respeto muto, un término demagógico que no se atreven siquiera a usar por arcaico, sino en la posibilidad de ampliar las inversiones con privilegios para los estadounidenses quienes desean ganarle la carrera a los españoles, esto es a la Unión Europea en general, y a los asiáticos dentro de sus conocidos proyectos de universalización. Son varios frentes que posibilitan, ya sin amenazas bélicas, el cruzamiento de los intereses bilaterales del campo de las batallas semánticas al del caló propio de los marchantes de los mercados.
Por supuesto, Cuba tiene mucho que ofrecer no sólo al turismo sino a los inversionistas. ¿Recuerdan algunos aquellas maravillosas pastas de guayaba que solían disfrutarse sobre las mesas de los yucatecos y su cultura del contrabando? Lo mismo con los famosos quesos holandeses, “de bola” que con cuanto arribaba a las costas de Quintana Roo proveniente de La Habana: puros, tabacos en general, dulces, rones de distintas calidades, pero todos ellos muy demandados, azúcar ¡y hasta plumeros para limpiar cortinas y mesas! Eran las únicas importaciones que competían con las del mercado europeo y eran más valoradas que éstas.
Ahora todo ello será objeto de una invasión masiva que, por seguro, nos privará a los mexicanos del privilegio de consumir los habanos, como Cohiba y Partagás –los segundos, mis favoritos-, y acaso igualmente los rones que subirán de precio al ritmo de la demanda que será superior a las posibilidades reales de producción. Y ganarán mucho, muchísimo, tanto como invirtiendo igualmente en la industria armamentista con la prisión de Guantánamo lista a convertirse en una inmensa fábrica para señalar el avance de la conquista estadounidense. Todo ello con pingües beneficios para los cubanos que otrora no tenían nada.
A los socialistas de hoy, formados así por indicaciones de un régimen que se fue aislando hasta que abrió los ojos a la realidad, les gusta recordar el espejismo de los tiempos de Batista, no sus ideas ni su represión sino cuanto se relaciona con la comodidad y los bienes, el dinero también, aunque no fueran, ni remotamente, repartidos con equidad. Por eso, claro, la Revolución llegó y entró sin mayores resistencias a la capital cubana. No fue una toma sangrienta, salvo en a los casos inevitables dispersos, sino un paseo triunfal hasta la consumación, en 1959, con tintes de heroísmo. La leyenda, por desgracia, fue convirtiéndose en dictadura y después en tiranía como una manera de resistir.
Y en este punto siempre me pregunto. ¿Cómo pudieron Fidel, y ahora su hermano Raúl, permanecer en las narices del Tío Sam, durante casi medio siglo, sin permitirles el paso y además venciendo su conato de invasión mal organizada por los Kennedy? Si otros dictadores –los últimos Hussein y Kadafi-, alejados del territorio norteamericano, no pudieron con los embates hasta que fueron muertos de manera infamante, ¿cuál fue el antídoto de los cubanos? ¿Los misiles rusos? Pues no, porque los sacaron de la isla. Tampoco se dio nunca una igualdad de fuerzas militares entre la potencia y el insolente que deseaba no ser arrollado por el avance “cultural” anglosajón que lleva como bandera, siempre, a la Coca-Cola.
¡Cuánto peligramos los mexicanos cuando hicimos presidente a un antiguo gerente de esta empresa refresquera derivada de una receta farmacéutica basada en la hoja de coca! Dicen los gerentes de la firma que de haberse distribuido más la bebida la refinación de la cocaína habría bajado de manera considerable. Pero, ¿a quién le cabrían más refrescos de cola en los intestinos agujereados? Me alegra que mis hijos, no yo por desgracia, se hayan alejado de este brebaje tan extraño como adictivo. Mi padre le llamaba, con razón: “las aguas negras del imperialismo”.
Ahora los cubanos están listos a industrializarse y desviar las inversiones de los Estados Unidos y sus grandes consorcios desde México. Quizá por ello, el enfermo señor peña mantiene, de hinojos, la esperanza de no caer en el abismo y acabar siendo pisoteado políticamente luego de haber perdido la historia. Ya no es su momento ni tiene el control de su destino.
Debate
No les va bien a quienes decidieron destaparse, desde ahora o antes, a la Presidencia de la República. Por principio de cuentas, los infartos sufridos por Andrés Manuel, en diciembre de 2013, y Miguel Ángel Mancera Espinosa, en noviembre de 2014 si bien, en 2010, sufrió otro al miocardio igualmente peligroso. Dos figuras, tres infartos.
Pero, más allá de ello, Andrés Manuel irrumpió con su MORENA en las recientes elecciones y perdió, de inicio, a la mitad de su capital político que permaneció en el PRD y en otras alternativas de izquierda a las que el icono se enfrentó, a veces injustamente, por no seguirlo. Quienes no le dieron su aval es porque fueron convencidos de la intolerancia y el mesianismo del mismo… posiciones contrarias a las del gobierno democrático, colectivo.
Mancera, por su parte, quien estuvo a punto de quedarse en la mesa del quirófano hace ocho meses, es indefinido por naturaleza aunque, en el caso de su aspiración presidencial, actuó en contra de su proverbial prudencia y alentó a sus seguidores en momentos en los cuales la conflictiva de la ciudad de México parece rebasarlo.
¡AH! Se nos estaba escapando: Margarita Zavala, la ex primera dama que debiera iniciar sus relatos tortuosos de sus noches en Los Pinos –acaso clama venganza situándose al otro lado del lecho si es que el “jelipe” se atreve-, difícilmente podrá sostenerse ante el alud en su contra, dentro y fuera de su partido. Por desgracia se acostumbró al estilo de vida presidencialista –y obligó a su consorte a pagar por un reportaje en Hola! absolutamente ridículo al final del sexenio calderonista- y sigue gastando millonadas en sus viajes; ya antes, cuando el temor la aprisionó, gastó en seguridad personal casi doce millones de pesos y en un solo viaje, para ir a buscar residencia a Boston, invirtió más de un millón y medio… más el costo del inmueble.
Estas son algunas de las cartas credenciales de los supuestos protagonistas. Sólo López Obrador tiene posibilidades reales de estar en las boletas. Este es, cuando menos, el pronóstico.
La Anécdota
A la inquieta Margarita cabría preguntarle si ordenó que se cerrara la “secreta” puerta número cuatro de Los Pinos por donde se introducían, cada tarde, músicos, solistas, chicas jovencísimas, efebos igualmente chavillos, invitados de honor, los habituales y cuantos deseaba el señor calderón para sus tertulias habituales que comenzaron los jueves y luego se hicieron cotidianas en plena debacle de moral y mientras arreciaba la guerra inútil y salvaje entre mafias.
¿Cuántas veces Margarita salió de Los Pinos para ir a casa de su madre, cansada de las humillaciones del ebrio? Por aquí debe empezar, insisto, su pretende recuperar algo de credibilidad. Desde luego, lo dudamos.