Por Abel Santiago / abelsantiago30336@yahoo.com.mx
Elecciones como las pasadas, llamadas intermedias por el populacho sólo porque en ellas no se elige presidente de la República, resultaron las más polémicas y costosas de la historia de México, y son de las que más se ha escrito por muchos factores. Uno de ellos, tal vez el principal, fue por la situación que se vivió en el Instituto Nacional Electoral desde su cambio de nombre y la designación de sus consejeros. El cambio no era necesario y a sus funcionarios no se consideró los más idóneos desde que fueron nombrados. Lo demostraron al no poder controlar a todos los representantes partidistas, que por otro lado fueron muchos con la aceptación de los nuevos partidos políticos, innecesarios por su falta de filiación definida. Se perdió en esta ocasión la tradicional clasificación de derecha, centro e izquierda, para figurar grupos de politiqueros ambiciosos de poder y de dinero, que por lo mismo desconocían la ley y actuaron sólo de acuerdo con sus intereses, cometiendo no sólo errores sino violando los ordenamientos electorales. En esto destacó el verde ecologista, al que únicamente se impusieron algunas multas que no se sabe si pagó o finalmente se le condonaron.
Durante el proceso electoral hubo muchas irregularidades que no tuvieron solución y que fueron motivo de impugnaciones posteriores, por lo que los resultados que se fueron dando a conocer tuvieron cambios que ameritaron recuento de votos. El resultado final fue el triunfo priísta, que llegó a consolidarse como la primera fuerza política nacional. A pesar del abstencionismo, que fue el triunfador absoluto, estas elecciones resultaron las más caras de la historia, porque la mayoría de los partidos rebasaron el límite de gastos permitido por la ley electoral. El misterio sin aclarar es de dónde salió tanto dinero, a pesar de que el presupuesto de que dispuso el INE fue más elevado que el de pasadas elecciones. De por sí cada año aumenta considerablemente, y en esa proporción se entregó el subsidio a los partidos políticos, que se han convertido en verdaderos negocios. Por eso su crecimiento y por eso el aparente conformismo de la ciudadanía, que ya no tiene quiénes encabecen sus inconformidades. Los líderes naturales, que pronto se corrompieron, han reconocido que la mejor manera de enriquecerse sin arriesgar nada, sin trabajo siquiera, es constituirse en partido político.
Hace falta una nueva reforma política que contribuya a crear el verdadero sistema democrático, no el imitativo institucional que prevalece, y que su base sea la independencia política, no la sometida por medio de los exagerados subsidios. Cuando los partidos se sostenían con sus propios recursos había más posibilidades de llegar a la democracia, pero el aristócrata López Portillo la consideró peligrosa y se inclinó por seguir el centralismo y lo fortaleció con su reforma que convirtió a los partidos políticos en dependencias gubernamentales electoreras y a sus dirigentes en funcionarios públicos, sin las responsabilidades del desempeño de un cargo oficial. Su código de instituciones y procesos electorales fue un golpe a la democracia, que no podrá restablecerse si no se vuelve a la libertad política mediante la cancelación de los subsidios. El famoso triunfo de los candidatos independientes no es más que publicidad oficiosa, porque como se ha demostrado tienen fuertes compromisos con el triunfador revolucionario institucional, como se podrá constatar a lo largo de su desempeño. No es un inicio democrático como se ha proclamado, sino un continuismo disfrazado y un falso mérito del INE, cuyos errores fueron más notables al concluir la jornada electoral.
La demanda de una auditoría por esos errores forma parte de los reclamos partidistas, que señalan las deficiencias en los reportes de los cómputos, en la insaculación, en el registro de los representantes partidistas y funcionarios de casillas, en el sistema de información de la jornada electoral, hasta llegar al cómputo. Sobre éste, ya se anunciaron las demandas ante el Tribunal Federal Electoral, tanto por parte de los perdedores como de los partidos que no lograron conservar su registro, el del Trabajo y el Humanista. Aun así, de acuerdo con la información del periodista Enrique Galván Ochoa, en las pasadas elecciones cada voto nos costó más de mil pesos (una quincena de salario mínimo), incluyendo los blancos. Dice: “Sería un exceso sugerir que todos son votos sucios, comprados, manipulados, mal contados, contaminados del turbio verdoso del PVEM, pero es preciso poner un dique al despilfarro, comenzando por el dinero suministrado a los partidos políticos. ¿Qué las elecciones no iban a ser organizadas por los ciudadanos? Terminaron en manos de una burocracia corrupta: ya ven el resultado. Las casillas y los votos excedieron 100 por ciento”. De esa burocracia corrupta forman parte los partidos políticos, a través de sus representantes en el INE, y de ellos mismos como órganos electorales del gobierno.
Para justificar sus fallas, el consejero presidente Lorenzo Córdova calificó de “exitosas” las pasadas elecciones, entre otros aspectos porque se realizaron a pesar de un entorno adverso en lo político, lo social y la inseguridad. Subrayó que se logró “exorcizar la amenaza” de boicot a los comicios que realizó el magisterio en Oaxaca y Guerrero, así como diversas organizaciones sociales que llegaron a “la delicada circunstancia de tomar de rehén al Estado a través de las elecciones”. Otra joyita de la democracia institucional es el retorno de los legisladores perdedores a sus curules. A nivel federal se informa que derrotados en las elecciones de sus respectivas entidades, diputados federales de distintos partidos iniciaron su regreso a las curules, donde tendrán la oportunidad de cobrar tres meses más de dieta y recibir el fondo de ahorro con que cuentan como parte de sus prerrogativas. Es toda una manada la de diputados locales que en sus respectivas entidades regresan a sus legislaturas respectivas, porque perdieron en las federales. El presupuesto da para todo, porque así es nuestro sistema político electoral, y es la democracia a la que estamos acostumbrados.