Carlos Díaz Chavarría
Vicepresidente CONAPE Costa Rica
Fotos tomadas de: www.acidomagenta.com
Día Nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense
-Cada 31 de octubre se celebra en Costa Rica el Día Nacional de la Mascarada Tradicional como una manera de velar por la memoria de esa práctica legada por los antepasados para que siga siendo protegida, siga latiendo y siga siendo asimilada en el alma de la Patria, especialmente por las nuevas generaciones como parte intrínseca de la idiosincrasia costarricense.
El Día Nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense se remonta a las fiestas patronales de los pueblos de Costa Rica. Los turnos constituían una feria comercial que se organizaba en relación con las fiestas del Santo Patrón y se realizaba con el fin de recolectar recursos económicos para sufragar gastos del pueblo.
El 31 de octubre se celebra en Costa Rica el Día Nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense, decretado así en 1997 durante el gobierno del ex presidente José María Figueres.
Sin duda, constituye una fecha que es digna de que la tengamos presente pues nos permite brindarle un reconocimiento a una práctica que simboliza una de las más auténticas y pintorescas celebraciones culturales que han colmado, y lo siguen haciendo, de colorido, vitalidad y esencia las calles y rincones de los poblados, en especial porque nos encontramos en una época en donde este mundo globalizado nos impone una variedad de valores externos para imitar y, por ende, ha mermado el sentido de nuestra identidad.
Esta actividad festiva se remonta a las fiestas patronales de los pueblos de Costa Rica. Los turnos constituían una feria comercial que se organizaba en relación con las fiestas del Santo Patrón y se realizaba con el fin de recolectar recursos económicos para sufragar gastos del pueblo.
Era característico de estas fiestas las ventas de comidas, los juegos de azar, rifas, subastas de ganado y productos agrícolas. En medio del trueno de las bombetas y del estruendo de la música de cimarrona, las actividades religiosas se alternaban con la algarabía de las mascaradas durante las cuales los payasos perseguían a chicos y grandes con chilillos.
Estas fiestas tuvieron su origen en algunos pueblos de Cartago, Barva, Aserrí y Escazú. La participación de la comunidad siempre fue muy viva, sin embargo hoy tiende a disminuir debido a restricciones impuestas a las comunidades.
Además por el hecho de que aunque las manifestaciones culturales populares han sido las promotoras del proceso de formación de la identidad de los pueblos, injustamente se ha pensado en ellas como fenómenos ajenos a nuestra herencia social y desligadas de un arte “con mayores niveles de erudición o educación formal” que, bien o mal, se ha dado por llamar oficial, lo cual ha tenido el agravante de entorpecer el integral conocimiento popular de nuestra Patria.
Por lo tanto, por nuestro progreso social y espiritual, necesitamos conocer, respaldar y darle vigencia a nuestras manifestaciones autóctonas existentes, y honrar a quienes con su empeño, con la defensa de valores históricamente arraigados en la sociedad nacional, y con el amor a su oficio, le han dado vigencia a este tipo de legados culturales populares.
Porque, definitivamente, hoy se hace una tarea imperiosa rescatar al país de esa pérdida de identidad cultural; valorar las creaciones de la cultura autóctona como la celebración, cada treinta y uno de octubre, del Día Nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense; y promover, proyectar y apoyar los valores constitutivos de lo nacional popular.
Así lo afirma la estudiosa universitaria Carmen Murillo al expresar que “el patrimonio cultural de un pueblo constituye un valioso y variado acervo, que comprende el conjunto de conocimientos, prácticas sociales, creencias y elementos materiales, que son el producto de la experiencia histórica de cada sociedad y el sustento que moldea la identidad nacional”.
Pues educar para rescatar y hacer conciencia de nuestras tradiciones, como la de las mascaradas, es velar por la memoria de esa práctica, pero, además, significa esforzarse porque esa cultura popular legada por nuestros antepasados siga siendo protegida, siga latiendo y siga siendo asimilada en el alma de nuestra Patria, especialmente por las nuevas generaciones como parte intrínseca de la idiosincrasia costarricense.
El Ministerio de Cultura y Juventud comenta la importancia de que los costarricenses mantengan este tipo de tradiciones, además fomenta el que se vea esta fecha como la ocasión ideal para rendir homenaje a los mascareros que conservan la tradición de elaborar mascaradas por medio de procesos heredados por las anteriores generaciones.
Por ello, bien vale el sincero y efusivo reconocimiento y agradecimiento para tantas mujeres y tantos hombres quienes, desde diversos lugares y, ¡bien a lo tico!, nos continúan regalando los llamativos bailes y corretizas de La Segua, La Llorona, , El Diablito, La Calavera, La Giganta, El Gigante o El Padre sin cabeza.
Gracias por ayudarnos, tan fervientemente, en esta tarea de redescubrir la autenticidad y vigencia de nuestra fecunda cultura popular.
Gracias a ustedes, artistas de la tradición, porque por medio de sus prácticas nos ayudan a fortalecer los conceptos de identidad nacional e identidad cultural, los cuales, son fundamentales para reconquistar el alma y la conciencia popular de nuestra Patria.
Por eso no es de extrañar que Neruda les escribiera: “Son ustedes los que a mí me regalan la fuerza…, son ustedes, los artistas populares, los oscuros artistas, los que me dan la luz”.
Mascareros desde la Colonia
Como lo indica el investigador Jorge Luis Acevedo, las máscaras han sido objeto simbólico, identitario, cultural y económico de muchos pueblos en nuestro planeta desde hace bastantes años. En Costa Rica son las protagonistas de una de las más importantes tradiciones indígenas de la comunidad Boruca llamada “La fiesta de los Diablitos”, que sin entrar en muchos detalles es una representación de la lucha de nuestros indígenas contra los conquistadores españoles, el personaje del toro, encarga la español, mientras que el indígena es representado por el diablillo, que triunfa ante el ingenuo toro. En un principio es el toro quien le lleva la ventaja a los Diablitos pero al final es la astucia lo que les da la victoria y sacrifican al toro.
La fiesta boruca que se lleva a cabo del 31 de diciembre al 2 de enero, donde los evangelizadores españoles no lograron inculcar el rol que tiene el diablo en la religión católica, sino que para los bocuras es diferente pues representa la audacia y la astucia indígena. El en libro Máscaras, Mascaradas y Mascareros de la autora Giselle Chang Vargas, se habla sobre el inicio de las máscaras en nuestro país que aunque se dice que es desde el periodo colonial, no se cuentan con máscaras de la época, pero es esta tradición de la Fiesta de los Diablitos, y la mezcla que tiene de patrones precolombinos y de los conquistadores españoles lo que nos muestra este sincretismo cultural de la época.
Tipos de Mascareros
El mascarero boruca: parafraseando a Giselle Chang quien destaca al artesano boruca don Ismael González y Teodoro “Lolo” González por su labor en la conservación de esta faceta del patrimonio cultural artesanal indígena. Entre los creadores borucas el oficio se vincula a la celebración del baile de los Diablitos. Tradicionalmente la mascaras se hacen con madera de balsa, dice Teodoro González “ por la liviandad para la cara…”.
El mascarero popular: los antecedentes nos remontan a un cartaginés pionero, don Rafael “Lito” Valerín, quien es el responsable de crear algunos de los personajes a principios del siglo XX, para las fiestas en agosto en honor a la Virgen de los Ángeles.
Las mascaradas populares que comenzaron en La Puebla de los Pardos, se fueron propagando por varias regiones del Valle Central. Hoy los principales poblados donde viven estos mascareros van desde Barva de Heredia, Aserrí, Desamparados, Escazú y por supuesto Cartago. Entre los nombres reconocidos se encuentra en Heredia la familia Freer, Don Pedro Arias en Escazú donde su familia hasta hoy mantiene la tradición y su taller de mascaradas. En Aserrí, William Fallas es conocido por la elaboración mascaradas en zancos. En Barva es conocido el nombre de Carlos Salas quien fue seguido por Francisco Montero que enseñó a sus hijos.
Los mantudos como se les llama a la mascarada popular son elaborados con arcilla, alambre, telas y papel, aunque con el paso de los años los materiales han ido cambiando así como su forma de elaboración, y se han ido agregando personajes. Sobre los personajes tradicionales tenemos, el Pisuicas, la Gigantona, el Policía, el Cadejos entre otros aunque no sería extraño ver entre los personajes al monstruo de Saprissa, Spiderman, Alf o el Chupacabras. Aunque dependiendo del pueblo cada uno tiene sus personajes representativos, como por ejemplo la figura del borracho es muy conocida en Barva.
El Futuro
Una de las preocupaciones del mascarero popular es la preservación de la tradición, ya que algunos de ellos tienen que dedicarse a otras actividades económicas, no se puede vivir del oficio, y muchos de ellos no ven un intercambio generacional, los artesanos no entran de lleno en el negocio. La máscara boruca se ha fortalecido gracias al turismo, pero ¿la mascarada popular?
Se ha visto como las mascaradas se han ido adaptando a los cambios socioculturales, y también sus creadores, no se puede mantener la tradición de las fiestas patronales, como las que se daban en la puebla de Cartago y aunque se mantienen los mantudos tradicionales, también se han ido adaptando nuevos personajes como súper héroes, y personajes del día a día costarricense.
Además del día oficial de las mascaradas estos artesanos han recibido múltiples apoyos como los encuentros de mascareros que se realizan en la comunidad de Barva y de Cartago.
En Cartago desde el 2000, por iniciativa del Colegio Universitario de Cartago se ha realizado a finales de octubre, para conmemorar el día nacional de la mascarada costarricense, entre las actividades están las charlas, pasacalles infantiles, exhibiciones y homenajes a mascareros de la zona.
Mientras que en Barva de Heredia la Municipalidad del cantón junto con la Asociación de Mascareros “Carlos Salas” desde el 2003 organizan Encuentros de Mascareros en los que participan alrededor de 25 mascareros del Valle Central incluyendo jóvenes y mujeres.
En esta última actividad se exhiben las máscaras en el parque de la ciudad con el fin de que los visitantes aprecien la producción artesanal, sin temor a ser golpeados con vejigas.
Efectivamente entre más apoyo recibe este tipo de tradiciones, más posibilidades tienen de irse practicando de generación en generación y no solo referirnos a la práctica sino a su reconocimiento, además de valorar el trabajo, como artista, del mascarero nacional.
Por supuesto que las mascaradas cambiarán a lo largo de los años, con la adopción de nuevos personajes, nuevos materiales y nuevas técnicas, pero se reconoce como parte del cambio que vivimos socialmente, con la globalización, las modas y los diferentes contextos que surgen, sin embargo se visualiza que lo más importante es mantener viva la tradición.