Por: Jesús J. Castañeda Nevárez.- jjcastaneda55@gmail.com
Esa mañana todo era extraño; Don Pancho no quiso desayunar, se notaba triste o preocupado; levantó con más dificultad de lo acostumbrado la cortina metálica de su negocio y se colocó detrás del mostrador, como tantos días de tantos años, sólo que ahora no había alegría en su acción. Se recargó sobre sus codos mientras sus manos sacaban de la cartera una tarjeta; la acercaba y alejaba frente a sus ojos hasta que logró ajustar la visión y luego se quedó observándola por largo rato. Así lo sorprendió Doña Tere su esposa, quien le tomó suavemente del brazo mientras le preguntaba, ¿Qué es eso, viejo?. El hombre ni se movió, seguía viendo la tarjeta mientras parecía buscar en su mente la forma de explicarle a su esposa qué era eso que lo había mantenido absorto y suspirando.
Es mi Fiel, -respondió después de un rato-. Ambos se quedaron como pasmados tratando de descifrar en su mente ese extraño “mensaje” que contenía la tarjeta.
El día anterior Don Pancho había recibido una terrible noticia y todavía no lo asimilaba. Su contador le entregó esa tarjeta que contenía su Firma Electrónica, su Sello Digital su llave electrónica y su “pasword”, anticipándole que a partir del 2014 tendría que utilizar la “factura electrónica por internet” para todas sus ventas. Ya es oficial Don Pancho –le recalcó-, ya lo publicaron en el Diario Oficial de la Federación el 31 de mayo 2013 y es para todos los contribuyentes que vendan más de 250 mil al año; o 21 mil mensuales en promedio.
Ahora Don Pancho no sabía cómo explicarle a su esposa el contenido de esa tarjeta con tantas letras y números juntos que se supone ahora es su “firma”. Tampoco entraba en su mente esa “forma de factura” que viaja por el aire sin que nadie la vea, pero que llega directamente a la dirección de sus clientes, sustituyendo al tradicional “block” que se llena “a mano” y se entrega en “la mano” de sus clientes. Cómo explicarle a Doña Tere lo que él mismo no se explicaba?
Sus hijos, en su visita de fin de semana, trataron de animarlos “traduciéndoles” lo que significa hoy la tecnología, el internet, las computadoras, los correos electrónicos, los mensajes de texto como una forma inmediata de comunicación y todas las ventajas que representan para una sociedad moderna. Les enseñaron sus celulares y les mostraron fotografías en sus tabletas electrónicas, lo que logró finalmente que los viejos sonrieran.
Pero eso no hizo que el hombre apartara de su mente el temor que taladraba su mente y su corazón desde que recibiera esa mala noticia. La Papelería de Don Pancho, que por muchos años dio servicio en su pueblo, parecía tener sus días contados; no importaron tantos años que como hombre de bien y ciudadano responsable hubiera pagado puntualmente sus contribuciones fiscales, llevando siempre a su contador el block de copias de factura y el sobre de notas y facturas de sus gastos, para continuar el viaje hasta la oficina de Hacienda para hacer el pago correspondiente.
A pesar de que la modernidad ya le había impuesto algunos retos por el tema de “la banca electrónica” y el “dinero plástico”, pero éste último golpe no parecía fácil de librar.
Facturación por internet?, facturación por internet? Lo repetía una y otra vez mientras se dirigía hacia “el único” posible proveedor de ese servicio en su pueblo, como si esto fuera la última esperanza de sobrevivencia de su patrimonio, antes que la tecnología, la modernidad y su ignorancia lo aplasten irremediablemente.
Este es el caso de miles y miles de micro y pequeñas empresas mexicanas, asentadas en lugares apartados y marginados, donde las calles son precarias y los servicios públicos carentes; donde la tecnología es incipiente y para muchos es simplemente fantasía. Empresas que han venido adaptándose a los cambios de la modernidad de forma muy lenta, principalmente porque la gran mayoría de esas empresas es dirigida por personas adultas que pertenecen a la generación análoga y hay en ellos el temor al cambio o a lo desconocido, pero también un apego a los viejos paradigmas con los que se creció y se formó toda una vida.
Se escucha ya a lo lejos el ruido que producen las fuertes pisadas de un ejército que avanza armado de las nuevas disposiciones de la política fiscal, enfundado en estrategias de alta tecnología. El pueblo tiembla y se refugia en su miedo; los contribuyentes de todo tipo se espantan y otros se preocupan; mientras los más enterados se apresuran a tomar las opciones que aseguren su sobrevivencia.
Los pequeños, los micro, los de abajo, se abrazan a su ignorancia y cierran los ojos rogando que sea sólo una pesadilla, deseando que todo pase rápido y no resulten afectados. Pero esto ya no es de suerte. La orden fue dada y el daño es inminente.
Miles de empresas micro y pequeñas quedarán atrapadas en esas leyes de exterminio; otros correrán y brincarán la línea de la formalidad hacia la economía informal; los que reaccionen acertadamente tomarán las opciones que se les presenten y lucharán por entender ese nuevo paradigma de la tecnología. Mientras tanto a la distancia los que hacen las leyes levantarán la copa en un brindis de satisfacción por pensar que hicieron lo correcto y que esa disposición les permitirá cumplir con su objetivo de fiscalización aunque el tema de la recaudación se desplome y los efectos del cierre de empresas y pérdida de empleos agudicen los problemas sociales y de inseguridad.
No todos estamos contentos de que el 1 de enero 2014 todos los contribuyentes tengan que utilizar como única opción la facturación electrónica por internet. México no está listo para eso. Sabemos el impacto que tendrá y buscamos como atenuarlo o cómo salvar del exterminio a miles de micro y pequeñas empresas.
Hay en el CCE un programa de apoyo a las empresas en alianza con e-empresa, para facilitarles el cumplimiento de las nuevas obligaciones fiscales, con capacitación, asesoría, software administrativo y de facturación electrónica, equipamiento y acceso al financiamiento; pensado en los de abajo; en las micro y pequeñas empresas dirigidas por una generación análoga que hoy se truena los dedos con desesperanza.
Debemos defender a nuestras empresas y proyectarlas hacia un escenario de oportunidades que les permitan incrementar su competitividad y rentabilidad, de forma tal que se fortalezcan y conserven los empleos existentes, pero además, que signifiquen la generación de nuevas oportunidades laborales. El reloj sigue caminando, el tiempo se está consumiendo, el riesgo sigue ganando terreno mientras algunos están ocupados en festejar, pensando que vamos avanzando hacia el primer mundo. Ese es mi pienso.
Informes en: www.cceveracruz.com ó en www.e-empresa.com.mx (228) 820 3220.