LUNES 28 DE ABRIL DE 2025

                          *Rehenes de la Historia

                                 Por Rafael Loret de Mola

       El hilo de la historia. Siempre es importante entender el porqué del presente y los efectos que tienen en nosotros los actos nobles y las aberraciones del pasado. No siempre es sencillo asimilarlo, aunque, desde luego, es trascendental saber por cuál terreno pisamos.

      ¡Recuerdan acaso cuando José López Portillo, casi eufórico, arengó a los mexicanos para que supiéramos administrar la “abundancia”? Lo dijo, por supuesto, al enterarse de que las reservas petroleras eran mucho mayores a las que le habían explicado los esbirros de su antecesor, Luis Echeverría, en su deseo perverso de maniatar a su amigo de la infancia, asustarlo si cabe, para que dependiera de él y no de su jerarquía. 

        Luego llegó Miguel de la Madrid quien, en 1986, boicoteó la iniciativa del mandatario entonces de Argentina, Raúl Alfonsín, en el sentido de formar un grupo latinoamericano de naciones asfixiadas por sus deudas externas. De la Madrid, como cabildero del FMI, propuso que cada país debiera tratar el tema de manera unilateral desperdiciando la posibilidad de que la unión hiciera la fuerza… y, al mismo tiempo, se dio el primer “boom” del narcotráfico acaso como consecuencia de los efectos siniestros de una economía dependiente y con serias limitaciones del erario.

         Carlos Salinas, por su parte, fue a más: en 1989 tras la caída del Muro de Berlín, decidió viajar a Europa y buscar apoyo de la naciente Unión sin medir que, en ese momento, el viejo continente estaba ante el imperativo de asimilar la devastada economía de Alemania del Este y fusionarla con la del Oeste, episodio que, desde luego, era prioridad para los europeos. 

       Al retornar a México, Salinas convocó a una reunión extraordinaria en Palacio Nacional, con presencia del secretario del Tesoro estadounidense, para anunciar lo que sugería fuera una suerte de Mercomún de América del Norte; recuerdo que, horas después, llegaron los mensajes de la Presidencia para que los diaristas no publicar el término como se dio y se dejara en suspenso lo que finalizó siendo el Tratado de Libre Comercio que incluso la verdadera izquierda mexicana, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, sintió como insuficiente por favorecer a las potencias del norte y dejar a nuestro país como la cola del león. 

        Y con Ernesto Zedillo, ya desatado el narcotráfico y siguiendo el rastro de la sangre política -los magnicidios del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, además de los de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu- se aplicó como el gran neoliberal que empobreció a sus compatriotas y hoy sigue montándose en una asesoría, en la ONU, dispuesta para combatir la pobreza extrema en el mundo; una paradoja terrible si observamos el tremendo golpe que dio al balance económico en México. Y luego cedió los bártulos a la oposición que lo elogió como un demócrata por haber cedido ante el embate de las presiones de Washington. 

       No olvidemos que fue Zedillo quien firmó con Bill Clinton el acuerdo para no explotar el famoso Hoyo de la Dona, una de las mayores reservas de petróleo en el mundo, durante veinticinco años que ahora se cumplen mientras el nuevo huésped de la Casa Blanca impone nuevo nombre, que a nadie le importa, al Golfo de México acaso pensando en marginar a nuestro país de las reservas referidas. Nada es ficción. 

       Y llegó Acción Nacional al poder. Vicente Fox triunfó sin mayores impugnaciones del PRI, a los pocos meses se caso en Los Pinos durante la visita del entonces presidente del gobierno español, José María Aznar, con Martha Sahagún con quien formó un cogobierno ilegal mientras el depositario real del Ejecutivo se escondió en un rincón. No dialogó y acabó golpeando a la democracia con un proceso sucesorio desbordado y desaseado.

         Así apareció Felipe Calderón en el escenario y, de verdad, creyó que con el ejército en las calles -al que no se ha atrevido a retornarlo a sus cuarteles la 4T-, podría matizar siquiera la fuerza alcanzada por los grandes “capos”. Se dio un tiro en el pie, sobre todo por confiar en personajes como Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino cuyos excesos restaron autoridad moral a su Presidencia y determinaron la fecunda campaña en su contra a manos de sus sucesores. 

        ¡Al fin llegó Enrique Peña Nieto, de la mano de su mediática Gaviota! Robaron todo cuanto pueda ser imaginable, pero siendo respetado por quien le sucedería en el trono, no se tentó el corazón ante las matanzas de Tanhuato y Tlatlaya ni ante el horrendo caso de Ayotzinapa que dio la vuelta al mundo. El suyo es el mayor caso de impunidad que la sucesora 4T ni siquiera ha querido romper. 

        Con Andrés Manuel López Obrador todos los vicios acumulados se hicieron mayores y más lastimosos: la economía se colocò, a mitad de su gestión, en menos 18 por ciento, algo inaudito, mientras la violencia arrasó gracias a una hipócrita relación con los grandes sicarios que lograron extenderse por el ochenta por cierto del territorio mexicano sin que tuvieran mayores problemas. Además, institucionalizó las mentiras y agregó al menú de las desgracias sus obras icónicas que solo defienden quienes no saben cuánto se perdió con ellas. Hoy se refugia, fuera de Palenque, agigantando su propia desvergüenza. 

         Finalmente, la primera mujer presidenta (e), Claudia Sheinbaum de Tarriba -Jesús, un antiguo contador del Cartel de Ciudad Juárez-, se ha convertido en la mandataria más sumisa ante la Casa Blanca que le impone su agenda con tal de que no le obliguen a entregar la cabeza de su querido predecesor. Una desgracia, tras un semestre y más de la mitad de otro, que no observa horizonte pero sí, un futuro de dependencia terrible que pende de la arrogancia de la gigantesca potencia del norte mientras el país entero se vuelve más improductivo y, por tanto, la pobreza extrema asoma su rostro bajo la máscara de un bienestar sombrío y absolutamente falso. 

         El hilo de la historia parece estar llegando al final de nuestra soberanía y de la endeble libertad que hemos tenido.

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