Por: Luis Ignacio Lujano Rivera.
Columna: Termómetro Político
Cuando tenemos un frío extremo, a veces nos expresamos con palabras entrecortadas y decimos que estamos “titiritiando de frío”; es decir, que es tal la baja de temperatura, que temblamos y la mandíbula nos vibra.
Pero “titiritear” es diferente, pues esta palabreja nos hace viajar en el tiempo, a unos hasta la niñez, cuando en la escuelas, nos presentaban una obra de teatro, con actores que eran animados a través de hilos o alambres; sí, por medio de los “títeres”.
Para otros, “titiritear” es cosa de todos los días; sobre todo para aquellos, que tienen el gran talento de darles vida a los muñecos que arrancan sonoras risotadas a los niños y algunas veces a los mayores.
Mención especial es para JUAN NUÑO, que desde hace muchos años ha hecho de su vida una quimera, un arte lleno de vida, más que una vida en el arte.
Lleva cual guerrero o juglar de la antigüedad, como una ligera carga, al MUSEO DEL TÍTERE, en busca de tres cosas:
Una, el despertar en los recuerdos de los indiferentes, la niñez que todos tuvimos y que nos dio felicidad; dos, la gran oportunidad de cada día, de hacer felices a más niños; y tres, la gran misión de que este arte de “titiritear” perviva en la trascendencia.
Hoy, todos tenemos una parte de esta gran tarea, unos el disfrutar de su trabajo y que nos regale sonrisas y felicidad; y la otra, simplemente la oportunidad de difundir su misión o promoverlo en las plazas de cada comunidad donde tengamos alguna influencia; pues ello, sin duda, cumplirá al final con una ingente estrategia: La de hacer corazones buenos, en lugar de desalmados sin corazón.