Por Benjamín Maza Buelvas
Llegó la hora de elegir un Alcalde verdaderamente comprometido en cumplirle al pueblo cartagenero, truene, llueva o relampaguee. Debemos respaldar la elección de un Alcalde con liderazgo, con el carisma, la preparación, la transparencia, la sensibilidad social, la independencia, la vocación de servicio, la solvencia ética y moral, la capacidad de gestión y de buenos resultados, la voluntad política necesaria y suficiente; para cristalizar las reivindicaciones políticas, económicas, sociales, culturales y ambientales.
El Alcalde de Cartagena de Indias, tiene que interpretar fielmente las expectativas de la gente. Ser un Alcalde comprometido con los intereses colectivos, dispuesto a enfrentar, confrontar y derrotar la corrupción, la mala calidad de la educación y salud pública, la inseguridad reinante, la pobreza, la inequidad, la falta de oportunidades, la ineficiencia e ineficacia administrativa. Para que dejemos de ser una bomba social; por la grave crisis administrativa, política e institucional que nos afecta, el alto índice de desocupación y la pérdida de valores humanos; causados por la desidia e indiferencia del Estado, la desunión, el conformismo, la apatía, la falta de cultura política y de acción del mismo pueblo.
Ser Alcalde Distrital, requiere mucho más que apellido y abolengo, poder económico y apoyo de los llamados barones electorales. Es nuestra tarea exigirle a los partidos, movimientos políticos y grupos significativos de ciudadanos; que asuman con responsabilidad y compromiso, el reto de proponer a las mejores personas, para que rijan con dignidad los destinos de nuestra sufrida y desatendida Cartagena. Ojalá nos despertemos, abramos bien los ojos, analicemos, y no nos dejemos manipular, ni comprar por ofrecimientos o por promesas e ilusiones fantásticas. Es claro que las verdaderas alianzas hay que hacerlas es con los mismos ciudadanos.
Probado está, que mientras no exista sinergia real entre el accionar de los gobernantes de Cartagena; con las Fuerzas Vivas del Distrito; no se cristalizarán las Inversiones Sociales y Macroproyectos requeridos; que disminuyan la problemática existente; lograr calidad de vida digna y decente, y avanzar con firmeza hacia el bienestar, y desarrollo armónico y sostenible. Rescatemos el liderazgo la independencia, la autoridad y la capacidad, para disputarse en el ámbito nacional el espacio ganado por el centralismo asfixiante.
Aprovecho para exhortar tanto a los candidatos, como a los activistas y simpatizantes de las diversas candidaturas; a que la campaña hacia el Solio del Palacio de la Aduana, debe desarrollarse mediante la confrontación dialéctica de ideas, con propuestas programáticas concretas, atractivas, financiables y viables; sin ataques personales, familiares u ofensivos; sin tener fundamentos, evidencias ni prueba alguna; procuremos erradicar la guerra sucia; porque debemos dignificar el ejercicio de la política, la cual debe enaltecer y no envilecer a los dirigentes.
Porque después quedan los resentimientos y la actitud revanchista. Y eso no le sirve al desarrollo de la ciudad. Hay que tener claro que el nuevo Alcalde, debe estar decidido a desarrollar un proceso de diálogo equilibrado, civilizado y de concertación con todas las fuerzas representativas de la ciudad, para lograr un consenso y poder gobernar bien a Cartagena entre todos. Por lo tanto, es necesario y conveniente, para garantizar y materializar el desarrollo armónico sostenible de Cartagena, aunar esfuerzos y voluntades políticas; porque todos los componentes de la sociedad cartagenera son relevantes.
Reflexionemos antes de votar, porque en medio de la barahúnda política y la retórica electoral, puede haber candidatos, que si son elegidos; se ensañan en contra de los más caros intereses del pueblo, y sólo sueñan con la recuperación con creces, de los altísimos recursos económicos invertidos por sus patrocinadores en las campañas proselitistas. No hay que continuar eligiendo a los mismos con los mismos sofismas de siempre. Cartagena merece y necesita buenos Alcaldes, porque el pueblo está que revienta; por la desocupación, la falta de empleo digno y decente y la pérdida de valores humanos; causados por la desidia e indiferencia del Estado, la desunión y el conformismo del mismo pueblo.