- Escribir y hablar adecuadamente, dentro de un contexto formal, no es una condición de moda, ni de intelectuales o escritores, es una obligación que cada uno debe asumir como propia.
Por Carlos Díaz Chavarría
Vicepresidente CONAPE en Costa Rica
Foto tomadas de:
www.dd-wrtenespanol.com
“Para reír o llorar, pero qué mal escribimos”, precisamente este fue el título de un reportaje que el señor Alejandro Arley Vargas, del periódico Al Día de Costa Rica, realizara hace unos años sobre las grandes carencias que enfrenta la población costarricense en cuanto al uso correcto del Español. Gran certeza encerraba este artículo, y lo he constatado directamente como profesor universitario de Redacción y estilo, pues es impresionante ver cómo los estudiantes hacen uso del idioma al antojo, al violentar las normas correctas de redacción y gramática, o evidenciar una gran carencia en cuanto a ortografía y vocabulario.
Se debe recordar que una de las características más importantes de la socialización entre los humanos es el lenguaje, es decir, aquel medio escrito u oral por el cual los individuos expresan sus pensamientos y sentimientos. Tal importancia queda plasmada en el hecho de que las comunidades civilizadas, tradicionalmente, aspiran a que sus miembros conozcan y aprendan su lengua, porque mediante el habla cada persona refleja su personalidad y la de la sociedad a la que pertenece.
Pese a esta particular faceta de sentido de identidad con el idioma, es particularmente llamativo que en la actualidad se estén presentando variadas causas para el empobrecimiento, en nuestro caso, del español, como por ejemplo la indiferencia al estudio de este, la carencia de lectura o el uso indebido del lenguaje en los mensajes en el celular o el correo electrónico.
A veces pareciera hasta ilógico que inmersos en el ámbito universitario, casi profesionales, todavía los educandos de nuestro país se encuentren, por ejemplo, en el dilema de determinar si se dice magullado o mallugado, enchufle o enchufe, si el verbo dio o el pronombre ti se tilda, o la diferencia de escribir actitud con /c/ o con /p/.
Claro está, como siempre se lo he dicho a mis estudiantes, la raíz de este problema radica, en gran parte, en la educación recibida tanto en el ámbito familiar como académico, en donde no se les ha exigido un nivel adecuado de comunicación, pues solamente se busca el ser comprendido sin que este mensaje conlleve la calidad requerida para que sea funcionalmente correcto. ¿Cuántos profesores, a pesar de su envestidura, escribían, o lo continúan haciendo, en la pizarra cometiendo terribles vicios ortográficos?
Desgraciadamente nos enfrentamos a la idea de que se puede “escribir o hablar como sea, mientras se entienda”… Recuérdese que hablar, redactar, escribir o pensar cualquiera lo hace, el asunto es que llevarlo a cabo con calidad es una destreza, prácticamente un arte, que muy pocos, por infortunio, dominan o llevan a cabo.
Ciertamente existe gran indiferencia por el estudio de nuestro idioma. Muchas son las personas que creen que saben español porque lo han aprendido desde su niñez y pueden comunicarse con los demás. No obstante, cuando se trata de aplicarlo de la manera correcta respetando reglas básicas de ortografía, sintaxis o puntuación, es otra la realidad… Por ejemplo, generalmente cuando reviso ensayos o alguna tesis, muchas veces me encuentro con oraciones mal estructuradas, imprecisas, sin respaldo argumentativo, trabajos sin unidad lingüística o conceptual, o errores ortográficos tan típicos como el escribir la estructura “ha vivido” sin hache…
Lo más delicado es que el no aplicarlo, adecuadamente, dificulta su aprendizaje en todas las áreas, pues la correcta utilización del lenguaje no es específica de una asignatura. En especial si se trata de un contexto formal ya que cualquier profesional, en algún momento, tendrá que trasmitir sus conocimientos ya sea de forma oral o escrita, por lo tanto se esperaría que si pasó por un recinto académico tenga, al menos, un conocimiento elemental de su propio idioma.
Tengamos presente que para el éxito o fracaso obtenido en los distintos aspectos de nuestra vida, mucho dependerá de la forma en que usemos nuestro lenguaje. Este, perfectamente, puede ser nuestra carta de presentación, pues aunque en nuestra mente puedan desarrollarse valiosas o exclusivas ideas, de nada servirán si no somos capaces de transmitirlas de una manera eficaz mediante un lenguaje claro, preciso, concreto, sustentado y funcionalmente correcto.
Se quiera o no, ante esta actual época de conocimiento y competencia, nuestra sociedad está juzgando el buen uso del lenguaje, de ahí que un examen, un empleo, un ascenso o la aceptación social…, podrían perderse, perfectamente, por un error de expresión, ortografía o de comprensión. ¿Queremos nosotros arriesgarnos a que se nos cierren las puertas, precisamente, por el uso indebido de nuestro propio idioma? ¡Recordémoslo!, no basta saber español, hay que saberlo aplicar correctamente.
De ahí la urgencia de buscar un conocimiento adecuado de nuestro idioma, máxime si estamos hablando de personas que se desenvuelven, o lo harán, dentro de un ámbito formal. Cualquier universitario o profesional que se enorgullezca de serlo debe conocer las reglas correctas tanto de la comunicación oral como escrita, las cuales les brinden una mayor seguridad al momento de comunicarse.
A mis estudiantes siempre les digo que ellos no saben en qué momento se verán en la necesidad de demostrar un uso adecuado del Español, imaginémonos si en una entrevista el jefe nos pregunta la razón de por qué pensamos que existe tanta inopia de trabajadores competentes en el país y no sabemos que inopia significa carencia, pregunto, ¿qué hacemos?…, salir corriendo para el baño, toser, cambiar de tema, o en el peor de los casos, contestar sin tener sustento para que, finalmente, confirmen nuestra ignorancia. ¿Queremos pasar por estas penosas situaciones?…
Por lo menos siempre ha sido mi propósito, como docente, evitar que mis estudiantes pasen por este tipo de vergüenzas, por eso los motivo a la lectura, al incremento de vocabulario, a un conocimiento pertinente del idioma y a la práctica cotidiana de la argumentación.
Es muy triste cuando uno, como profesor, le hace una pregunta a un alumno y este no le sabe o no le puede contestar porque su vocabulario es muy limitado o porque no cuenta con la información necesaria para argumentar sus posiciones; y qué decir cuando en un ensayo o examen las cataratas de errores emanan por todas las líneas, ¿qué va a pasar cuando ese alumno tenga que enviar un correo electrónico, cuando necesite hacer su proyecto de graduación o deba enviar su currículo?…
Escribir y hablar adecuadamente, dentro de un contexto formal, no es una condición de moda, ni de intelectuales o escritores, es una obligación que cada uno debe asumir como propia, especialmente en un mundo donde, muchas veces, los formadores sociales como las películas o la televisión, son los que fomentan el detrimento de nuestro propio idioma. ¿Cuántas veces encontramos errores terribles en los periódicos o las noticias, en las vallas publicitarias y hasta en el menú de restaurantes?…
No es posible, definitivamente, dentro de este mundo de tanta competencia, seguir formando estudiantes o profesionales sumidos en la ignorancia, pereza, apatía o mediocridad con respecto a nuestro idioma, debemos fomentar personas con un fuerte compromiso de constancia y preparación por utilizar el Español de manera clara, precisa, coherente, adecuada y efectiva.
Porque, al final de cuentas, para qué jactarse tanto de ser un país que posee un alto índice de alfabetismo o de dominar otras lenguas, cuando, ni siquiera, sabemos hablar o escribir, correctamente, nuestro idioma… ¡Irónico!, ¿verdad?…