- En la medida en que nuestra sociedad fomente individuos con pensamientos débiles, se estará destinando a Costa Rica a seguir atada a las pautas tradicionales patriarcales que limitan ver a las mujeres como sujetos sociales.
- Lo que Costa Rica requiere, lo que el mundo exige, es que existan mujeres y hombres quienes, con mayor tolerancia, empatía y participación, colaboren, conjuntamente, generosamente humanizados, en la formación de una sociedad más reflexiva, justa, racional y madura.
Por: Carlos Díaz Chavarría
Vicepresidente CONAPE en Costa Rica
El pasado ocho de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, sin duda una fecha de gran importancia social ya que posee, como norte, el asegurarle una mayor justicia a aquellas mujeres quienes han sufrido los estragos de un sistema patriarcal y honrar a aquellas que han roto los esquemas de la opresión.
Indudablemente, a través de la historia, han fluido una multitud de mujeres quienes con su aporte han contribuido a forjar el desarrollo político, cultural, científico o social de la humanidad. En lo que respecta a Costa Rica existen mujeres conocidas o anónimas, con una extraordinaria capacidad de liderazgo, actitud de concertación y, ante todo, ese espíritu tenaz, humanista y crítico que las ha capacitado, y las capacita, con sobrados méritos, a plasmar, en nuestro país, huellas con rostro de mujer. Mujeres quienes han levantado, poco a poco, su entereza para testificar que ellas, también, pueden ser parte activa y productiva de la sociedad.
Mujeres como las escritoras Yadira Calvo, Carmen Lyra, Emilia Macaya o Alejandra Castro; las políticas, Rose Marie Karpinsky, Marina Volio, Sonia Picado o Elizabeth Odio; las líderes Pancha Carrasco, Ángela Acuña o Luisa González; las médicas Gioconda Batres o Ana Gabriela Ross; las actrices Roxana Campos o Maria Bonilla; o las cantautoras, Guadalupe Urbina o Natalia Esquivel, testifican parte de esas huellas las cuales han contribuido al enaltecimiento del sector femenino y, en consecuencia, a la dignificación de la sociedad costarricense. Ellas son tan sólo unos ejemplos de esa gran cantidad de mujeres, quienes con su aporte, reconocido o anónimo, han ayudado a forjar una mejor Patria. Pero, sin duda, existen muchas más…
Por lo tanto, ¿por qué no aprovechar cada ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer, como un estímulo para ejercer un proceso de autorregulación de mayor calidad en torno a los valiosos aportes del sector femenino en nuestra sociedad, mediante el conocimiento, aceptación y valoración de los logros alcanzados por ellas?; ¿por qué no hacer de esta fecha un aliciente para derribar tantos prejuicios que encadenan a las mujeres a una caverna de exclusión, con el fin de forjar socializaciones sanas y la plasmación de pensamientos más maduros, abiertos y solidarios?…
Pues en la medida en que nuestra sociedad fomente individuos con pensamientos débiles, se estará destinando a Costa Rica a seguir atada a las pautas tradicionales patriarcales que limitan ver a las mujeres como sujetos sociales. Entonces preguntémonos: ¿Es esta actitud la que deseamos heredarle a las futuras generaciones? ¿Deseamos seguir construyendo nuestra cultura a partir de categorías discriminatorias? ¿Se podrían seguir considerando estas situaciones como verdades absolutas?…
Ya la historia lo ha testificado, cuando la inacción se convierte en el funcionar de las sociedades, las convierte, fácilmente, en sociedades responsables y cómplices de la violencia. Esto, absolutamente, constituye una vergüenza, pues cada vez que se ejerce violencia contra las mujeres no sólo se violenta un cuerpo y una subjetividad, sino que se atenta contra los derechos humanos. En este sentido, si los costarricenses nos vanagloriamos tanto de nuestra defensa por los derechos humanos, es inconcebible darle paso al silencio, la apatía o la falta de interés ante el problema de la violencia contra las mujeres.
Ya es hora de ponerle un alto a las constantes humillaciones, burlas, violaciones, opresiones, discriminaciones, los golpes, chistes, maltratos, insultos o asesinatos de los que son objeto, constantemente, las mujeres. Es hora de no olvidar que violencia es, también, cuando una mujer gana menos que un hombre en el mismo puesto de trabajo; cuando un hombre minimiza o ridiculiza a su pareja; cuando un grupo de amigos le grita a una mujer sólo para demostrar su “hombría”; cuando un hombre cree que su pareja es su “objeto”; o cuando un marido o hijo esperan que su esposa o madre, como condición natural femenina, por ejemplo les prepare, les sirva la comida, recoja los platos y los lave, y así con el resto de labores domésticas.
Definitivamente ya es hora de que cada uno de nosotros, a manera personal, nos dirijamos a sensibilizarnos respecto del problema de la violencia contra la mujer en la medida de que todos asumamos un responsable y humanista compromiso para resguardar la libertad, autonomía, integridad, las oportunidades y los derechos del sector femenino. Pues la violencia contra la mujer no disminuirá sino hasta el día en que entre todos construyamos una sociedad con diversidad de iguales, es decir, de respeto y tolerancia entre todos los géneros.
Cuando todos, mujeres y hombres, nos proclamemos a favor del derecho humano del sector femenino a demandar y abrigar, realmente, una existencia con dignidad, respeto y libertad…, es decir, una vida sin violencia. Cuando cada uno de nosotros no vea en esta fecha una conmemoración más, sino una manera propicia para plasmar acciones reales y eficaces que dignifiquen al sector femenino y, por ende, a la sociedad en general.
Porque, en definitiva, lo que Costa Rica requiere, lo que el mundo exige, es que existan mujeres y hombres quienes, con mayor tolerancia, empatía y participación, colaboren, conjuntamente, generosamente humanizados, en la formación de una sociedad más reflexiva, justa, racional y madura. Mujeres y hombres quienes, unidos, coloquen las piezas vitales del rompecabezas del accionar crítico y humanista de nuestra sociedad, y de la sociedad del mañana…
Pero tampoco desaprovechemos este Día Internacional de la Mujer para brindarles un reconocimiento a esas mujeres anónimas quienes, diariamente, manifiestan su talento en la construcción de una cultura más sana y próspera. En especial brindémosles nuestra admiración y nuestro agradecimiento a esas también grandes mujeres a quienes tenemos a nuestro lado, madres, esposas, abuelas, amigas, compañeras…, porque muchas de ellas, definitivamente, han sido parte fundamental en la construcción de nuestra identidad individual y social, y diariamente han esculpido, o siguen esculpiendo, la maravillosa obra de nuestras vidas.
Gracias a todas ellas, a todas ustedes mujeres, porque sus huellas han sido savia que ha alimentado nuestras vidas…; porque mientras vibre la esencia de la mujer en nuestras almas transitará el ímpetu de sus sangres en el palpitar de nuestras existencias… Por eso hoy, mujeres, les exclamo: Rompamos juntos las cadenas de la violencia, / con vehementes manos ensangrentadas de esperanza…/ Que la igualdad sea desde hoy nuestra condición, / que a tu rostro y al mío nos abrigue la confianza…/ ¡Naciste libre, mujer!, / fuerte, irrenunciable, humana… / Mariposa arcillada de avidez, / sembradora de infinitos mañanas… /Por eso quiero tu accionar y el mío entrelazados, / hoy, y siempre, / peldaño a peldaño, / lucha a lucha /, generosamente humanizados (Del libro La otra mitad de mi diferencia).