Por Alejandro Ruíz Robles
“A cuatro años de tu partida, Mami,
aún me entristece tu ausencia;
sin embargo, en mi alma vive tu esencia
y con ello, mis pasos sienten y aman tu presencia.”
“SÓLO SE VAN … ¡CUANDO ASÍ LO DESEAS!”
Si hay algo que en México se vive de manera especial es la tradicional fiesta del Día de Muertos que celebramos el dos de noviembre como parte de una herencia católica. En algunos países latinoamericanos y ciudades fronterizas de Estados Unidos ya ha sido adoptada y se trata de una más de las contribuciones que México ha hecho al Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.
Ya sea con una ofrenda o con el pedir de los niños por sus “calaveritas”, lo cierto es que esta fecha no pasa de largo.
Celebrar a los muertos siempre será un detalle de reconocimiento por lo que éstos fueron con nosotros, pero … ¿por qué no hacerlo a satisfacción cuando ellos están vivos?
De repente nos percatamos que cuando las personas ya no están pasan a ser totalmente virtuosas y surge en nuestro pensamiento la idea de volver el tiempo atrás y conjugamos el verbo haber en forma imposible con un presente que no es … ¡Si yo hubiera …!
Lastimosamente, hagamos lo que hagamos no podemos regresar el tiempo y lo que hicimos o no por ellos, no estará en nuestra mano realizarlo ahora.
En mayor o menor medida la tristeza nos invadirá y siempre estará presente el recordar estas palabras … “en vida”.
Y es cierto, … ¿por qué pretender cambiar nuestras actitudes o acciones cuando las personas ya no están a nuestro lado?
LAS PALABRAS AUSENTES.
Las palabras que no dijimos nunca serán los diálogos que pretendamos tener con quienes no están y eso será algo que siempre estará.
¿Qué tiene que pasar para mostrar a las personas el valor que tienen para nosotros?, ¿por qué no reconocerlos en su presencia en vez de esperar a qué ellos sean esencia?
Desde luego qué siempre existirán ausencias más profundas que otras y esto atenderá a la influencia que hayan tenido en nuestra vida.
Es cuestión de analizar como actuamos para conocer la importancia que han tenido en nosotros.
¡De más está reírnos e ironizar con los difuntos, si de su existencia sólo nos burlamos y les negamos nuestro afecto!
¡SE VA, SE VA!
No sabemos nunca si la vida es larga o corta pero lo que sí entendemos es que la convivencia con las personas que nos importan sólo serán momentos … ¡preparémonos para disfrutar a plenitud cada uno de éstos!
Si en nosotros está el hacer momentos inolvidables … ¿para que preocuparnos por olvidar los instantes que no hicimos a nuestra entera satisfacción?
Si actuamos de acuerdo con nuestros valores y principios y con la convicción de qué es correcto, tanto nosotros como los que están a nuestro lado compartiremos la satisfacción del esfuerzo realizado y no habrá mayor motivo que reprochar.
No hay nada como recordar las enseñanzas de los adultos durante nuestra niñez: “¡No hay mejor manera de honrar a un ausente, que manifestarles nuestro respeto cuando están presentes!”
¿PARA QUÉ EL PERDÓN?
Errar es humano, pero vivir en el error es inhumano. Y no sólo eso, termina afectando a quienes nos importan y a la larga, pueden resultar daños irreparables.
Ante ello, ¿por qué no cambiar nuestra forma de ser para vivir de manera plena y a satisfacción? Olvidarnos de ofrecer disculpas o buscar perdones y concentrarnos en reconocer el valor de lo que importa y hacerlo por quienes lo valen.
Desde luego que podremos equivocarnos y tendremos la oportunidad de repararlo con la tranquilidad de hacerlo a sabiendas que no es nuestra pretensión lastimar a alguien que nos importa y menos aún, a nosotros.
Con el tiempo y la madurez, nos damos cuenta de que los daños que lo material satisface son mínimos en comparación con las palabras y los hechos que no tienen forma de remediar en ocasiones los males ocasionados. Y en esa situación a veces anhelamos que … “¡ojalá todo lo solucionará el dinero!”
DEL ORGULLO.
No hay mérito en dañar a quien es importante; ya sea que lo hagamos con o sin razón, subsanémoslo para que no crezca la herida … y si el orgullo lo impide, seamos humildes y transformemos la situación.
El orgullo debe ser utilizado para cambiar situaciones adversas, para levantarnos en caso de caernos; pero nunca para mostrarnos como lo que no somos ante quienes amamos.
La vida nos muestra a cada paso que es incierta y nunca sabremos lo que sucederá al siguiente instante, pero si sabemos que lo único que depende de nosotros es el presente y por cada acción que hagamos, seremos responsables de las consecuencias.
EL PASADO QUE MOTIVA.
Conforme crecemos acumulamos millones de vivencias que nos transforman en las personas que buscamos ser y está en nosotros lograr que en su mayoría sean momentos positivos; los cuales, nos brinden plenitud para nosotros y proyectarla para quienes amamos.
Las metas alcanzadas son los cimientos que se anclan en el pasado para proyectarnos al futuro que deseamos.
A cada paso tenemos la oportunidad de mostrar nuestro respeto, admiración y afecto por las personas que contribuyen en nuestra vida; reconocerlos con nuestras acciones y palabras son la mejor forma de evitar en el futuro reprocharnos por lo que no hicimos.
AUSENCIA Y PRESENCIA.
Cuando las personas parten ya no hay mayor contacto con ellos; pero en la manera que hayamos compartido y disfrutado su estancia, será la forma como ellos estarán en nosotros.
Lo paradójico de su ausencia es que su esencia está en nuestra mente y corazón; de repente sus enseñanzas pasan a ser un complemento de nuestras acciones y sus recuerdos un motivo más para andar nuestro camino.
Es cierto que el contacto físico y la calidez de una sonrisa al mirar los ojos de esos seres especiales nunca serán fáciles de sustituir, pero … ¡en nosotros está mantener la calidez de esos momentos especiales en nuestro andar! … Después de todo … ¡Las personas sólo se van cuando nos olvidamos de ellas!
Y … ¿EL DÍA DE VIVOS?
No esperemos ver partir a la gente para cambiar nuestra forma de ser con ellos; hagámoslo en su presencia.
Cambiemos nuestra mentalidad y reconozcamos a las personas en vida sin esperar el ya no tenerlas a nuestro lado.
Siempre existirán diferencias con la gente que amamos y tenemos la posibilidad de alcanzar coincidencias en conjunto. Si nos ocupamos de lo que debemos, no tendremos que preocuparnos de nuestros errores.
Las miles de palabras que compartimos con esos seres especiales se unirán a las millones que desearíamos expresar con ellos ahora; sin embargo, dichas palabras sólo vivirán en nosotros y algún día quizás, atendiendo a la fe de cada uno, podrán volver a pronunciarse en encuentros de luz que la ciencia tiene por inciertos.
Añorar el pasado que no hicimos no es amar a la distancia a quienes debimos reconocer.
Lamentablemente, lo que no fue, no será cuando se trata de ausencias físicas permanentes.
No hay presente para quien se refugia en el arrepentimiento de lo que le hizo a alguien. Si lo que te aflige puedes cambiarlo … ¡hazlo ahora! … y si por alguna razón no puedes … ¡honra su memoria con el aprendizaje que te dejo el compartir con ese ser especial!
¡Celebremos la Vida en Vida de la gente que nos da Vida! … ¡Esto es mucha Vida!
“En memoria de María del Refugio Robles Segura
… ¡Te amo Mami!”