Por Renato Consuegra
Ciudad de México, a 30 de enero de 2019.- El presidente Andrés Manuel López Obrador ha acudido a la falta de memoria de una parte de los mexicanos y al desconocimiento casi total de los más jóvenes, es decir, de los milennials, sobre lo ocurrido hace 36 años, cuando comenzaron a gobernar los llamados tecnócratas o neoliberales, que han sido su trapito para intentar hacer brillar su forma de hacer política a través del discurso de lo que la gente quiere escuchar, por más que sus decisiones de gobierno no sean, quizá, las más acertadas.
Formado políticamente en su juventud, el presidente fue de los jóvenes reclutados por Luis Echeverría a lo largo del país durante su gira presidencial de 1969. Como él se unieron al PRI, liderado entre otros por Jesús Reyes Heroles y Porfirio Muñoz Ledo, personajes como Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones, Fidel Herrera, Dante Delgado y varios más, líderes estudiantiles en aquel momento decisivo de la historia del México reciente.
Pues bien, fue precisamente Luis Echeverría el artífice de la debacle que hoy vivimos, profundizada por su sucesor José López Portillo, sufrida por el gobierno de Miguel de la Madrid y aprovechada por los grupos económicos de los posteriores presidentes, quienes han golpeado al sector privado nacional en beneficio de los grupos económicos internacionales y de ellos mismos.
El país vivió una etapa brillante llamada “desarrollo estabilizador” entre la devaluación de 1954 y hasta 1970, cuando el entonces secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, elaboró el plan que permitió a México resolver problemas de alta inflación y detener la caída de la demanda de los productos mexicanos tras la segunda Guerra Mundial. Durante ese lapso, que tuvo al campo como el principal activo, el crecimiento promedio fue de 6.8%, mientras que la producción industrial se incrementó 8% y la inflación solamente fue 2.5 por ciento. La estabilidad de la moneda propició, incluso, que el presidente Adolfo López Mateos pusiera en ceros la deuda externa.
Pero Echeverría rompió con el esquema, para imponer su modelo llamado desarrollo compartido (1970-1976), mediante el cual su equipo económico buscaba aliviar la descompensación entre los ingresos por exportaciones y los egresos por importaciones. Este esquema profundizó el proceso de sustitución de importaciones, la industrialización desordenada, la estatización de los sectores clave de la economía y la aceleración del crecimiento económico mexicano aun a costa de la inflación, factores que produjeron uno de los mayores desastres económicos de México.
El ineficaz manejo de la economía, más la corrupción de los nuevos políticos-funcionarios-empresarios del régimen echeverrista provocaron el inicio de la debacle. Félix Barra García, Alfredo Ríos Camarena, Eugenio Méndez Docurro, Miguel Lerma Candelaria y Fausto Cantú Peña, fueron algunos de los funcionarios de Echeverría encarcelados el sexenio posterior, por fraude. Sólo unos cuantos porque hubo muchos, muchos malos manejos de los recursos.
Pero López Portillo no terminó la limpia. Sólo levantó el polvo porque luego de su campaña moralizadora, dijo: “No levantemos el dedo flamígero de la condena para adquirir prestigio apostólico y neguemos la mano para el esfuerzo solidario. Diagnósticos críticos, sí; pero, también, remedios y trapitos. No le ladremos a la caravana, incorporémonos a ella”. ¿Esto no les recuerda lo que dijo recientemente el presidente sobre la mafia del poder, los narcotraficantes y/o los huachioleros o Carlos Romero Deschamps?
En las últimas decisiones presidenciales existen retroceso, opacidad y señales de que algo anda mal respecto al combate a la corrupción, que fue precisamente lo que llevó a la quiebra al país hace 36 años.
En plena crisis de desabasto de combustibles, el presidente ordenó la compra sin licitación de 671 pipas a un precio de 92 millones 189,597 dólares, por la urgencia en los primeros días del año, una compra que hoy parece superflua porque, si bien el abasto no se ha resuelto totalmente, existen condiciones y proveedores que pueden ayudar a paliar la situación, siempre que haya método y estrategia para hacerlo.
Pero, sobre todo, hoy existe un gran riesgo para el país: volver a la estatización y con ello hacer de los políticos y funcionarios que apenas están aprendiendo, noveles empresarios que, al tener los recursos a la mano, les metan cuchara, total que no habrá combate a la corrupción –y si lo hay, no será para este régimen–, porque la palabra divina lo cura todo, como en el caso de las pipas, donde quienes hicieron la negociación, son honestas porque así lo dice el Presidente, nada más.
Y aún más, si las cosas siguen como ya se dio una primera señal, se volverá a tener un Estado obeso, con grandes presiones para el gasto gubernamental, cada vez menos contribuyentes e impuestos más caros. Están quitando la oportunidad de generar riqueza al sector privado, quienes durante la crisis entraron al quite para el traslado del combustible.