Por Abel Santiago / abelsantiago30336@yahoo.com.mx
Las pasadas elecciones en el estado de México fueron las más polémicas de la historia, porque mucho se comentó que de sus resultados dependerían las de 2018, en las que principalmente se decidirá la sucesión presidencial. La crítica generalizada fue que se trataría de unas elecciones de estado, porque todo el aparato oficial se movilizó para apoyar a su candidato abiertamente, llegándose al extremo nunca antes visto, de que cada miembro del gabinete presidencial tuvo a su cargo la propaganda y responsabilidad del triunfo del abanderado priista en determinados lugares de esa entidad. Así se hizo y se lograron los resultados propuestos, porque también predominó la máxima de divide y vencerás, como ha ocurrido en este sexenio en todas las elecciones habidas. Si alguno de los candidatos de la llamada oposición hubiera tenido mayoría notable de votos, habría sido más difícil la imposición, pero como todos sabemos esa división fue a base de dádivas aceptadas gustosamente por la dirigencia de los partidos contendientes. Además ninguno de esos candidatos tenía fuerza ni respaldo popular, por eso se facilitó su derrota, aunque alguno insista en el recuento de votos. El resultado sería el mismo, porque quienes vendieron su voto fueron mayoría.
En los otros estados en que hubo elecciones, los resultados fueron similares y el triunfo quedó entre los que ya se había convenido, por eso las protestas no tuvieron respuesta y se terminó con la sumisión acostumbrada. Los partidos supuestamente de izquierda negocian ahora alianzas para las elecciones del año próximo, pero se pretende unirse al partido representativo de la derecha, que es Acción Nacional, dejando solo a Morena, que ha rechazado todo tipo de alianza con los oportunistas del perredismo, que mucho tuvo que ver en el triunfo del candidato oficial en el estado de México. Según información periodística, parte de una ruta política hacia 2018 es impulsar la alianza perredista con el panismo, para lo cual se propone la creación del Frente Amplio Democrático. La dirigente del PRD declaró que quienes se sumen al proyecto deberán hacerlo sin protagonismos ni candidaturas preconcebidas, para construir una plataforma común. Aunque las corrientes opositoras al acuerdo insistieron en que se pretende encubrir una alianza con el PAN, ella confirmó que se trata de seguir la misma línea política.
La lideresa perredista anunció que se remitirán cartas a los dirigentes partidistas para oficializar la propuesta, y que espera una respuesta positiva. En este frente, dijo, todos los participantes acudirían en calidad de integrantes, con aspiraciones a ser candidatos, pero también dispuestos a no serlo. Mencionó que la experiencia habida en el estado de México, dejó claro que la mayoría de la población rechazó la propuesta del PRI, pero la dispersión opositora permitió que ese partido preservara el gobierno. Por eso confirmó, sin claudicar en ideologías, de derecha o izquierda, todos coinciden en que hay que enfrentar la violencia en el país y hacer frente a la corrupción. El deshilvanado lenguaje de esta lideresa, no obstante, hace confirmar que no fue la dispersión sino la sumisión la que dio el triunfo al priista. Ha sido notable que la dirigente perredista se esmera por el triunfo de la candidatura del jefe de gobierno capitalino, por lo que se le preguntó si declinaría a esa aspiración, respondiendo que será la ciudadanía la que decida esa situación. Sin embargo, es claro su rechazo a la ya avanzada campaña y candidatura del dirigente de Morena.
De acuerdo con las bases establecidas por el naciente Frente Amplio Democrático, promueve que se fortalezca el estado para poder lograr el crecimiento económico, replantear la reforma energética, aplicar políticas de cero tolerancia a la corrupción e impunidad, consolidación del mercado interno, nuevas políticas sociales, industriales y agroalimentarias para revertir la pobreza, una estrategia de seguridad basada en el mando coordinado, y garantizar el respeto a los derechos humanos. Asimismo, plantea mesas de diálogo para construir un programa común y diseñar un gobierno democrático de coalición, y definir el método de selección del candidato, buscando los mejores perfiles de los aspirantes. O sea que mediante un supuesto programa de trabajo se planea la unidad para las próximas elecciones, pero en realidad se trata de una nueva alianza, aunque encubierta, con el priismo, para promover anticipadamente su triunfo electoral.
Para la opinión popular, las recientes elecciones en el estado de México, efectivamente han propiciado una visión más clara de lo que ocurrirá en la elecciones de 2018, más aún por el anuncio de dos de los principales partidos políticos, PRD y PAN, que están dispuestos a unirse en contra del candidato de Morena, porque lo han visto fortalecido y con posibilidades de lograr una mayoría de votos en contra del candidato oficial, que aun cuando no se ha definido, será uno de los mencionados miembros del gabinete presidencial, con exclusión del secretario de Relaciones Exteriores, porque se ha visto su incondicionalidad hacia el gobierno estadounidense, a pesar de que este ha declarado la guerra a México, principalmente en materia económica, buscando además la expulsión de nuestros paisanos de su territorio, lo que ha alterado mucho las relaciones diplomáticas con ese país pero al que continua sirviendo incondicionalmente Videgaray.
En los últimos meses el partido Morena ha sido afectado por muchos oportunistas que se le han unido con el pretexto de que aceptan su programa de trabajo y rechazan al priismo, pero se trata principalmente de personas que han militado en otros partidos y que ahora advierten el triunfo electoral de López Obrador. Evitar que ese oportunismo siga creciendo puede ser favorable a ese candidato, para que no se confirme el pronóstico anunciado con el triunfo oficial en el estado de México.